sábado, 21 de marzo de 2009

Jean Louis Théodore Géricault


Théodore Géricault

Jean-Louis André Théodore Géricault, conocido como Théodore Géricault (Ruán, Francia, 26 de septiembre de 1791 - París, 26 de enero de 1824), fue un pintor francés. Prototipo de artista romántico, tuvo una vida corta y atormentada que dio lugar a varios mitos sobre él.
Vida y formación artística
Nacido en una familia acomodada de Ruán, Géricault estudia en los talleres de los pintores
Carle Vernet (en donde conoce a su hijo Horace) y Pierre Guérin antes de inscribirse el 5 de febrero de 1811, en la Escuela de Bellas Artes de París.
Su primera gran obra,
Oficial de cazadores a la carga, exhibida en el Salón de París de 1812, reveló la influencia del estilo de Rubens y un interés en la representación de un asunto contemporáneo. Este éxito de juventud, ambicioso y monumental, fue seguido de un cambio de dirección: durante los siguientes años Géricault produjo una serie de pequeños estudios de caballos y caballeros. Exhibió el Coracero herido en el Salón de 1814, una obra más elaborada y peor recibida. En los siguientes dos años pasó por un estudio auto-impuesto de construcción y composición de figuras, mientras evidenciaba una predilección personal por el drama y la fuerza expresiva.
Tras fracasar en el concurso del gran
Premio de Roma, decide viajar a Italia por su cuenta. Queda muy impresionado ante los pintores del Renacimiento italiano, en especial ante Miguel Ángel, así como ante el flamenco Rubens. Este viaje a Florencia y Roma (181617) fue provocado en parte por el deseo de huir de un lío romántico con su tía, a quien dejó embarazada.
Este viaje hizo nacer su fascinación por Miguel Ángel. La propia Roma le inspiró la preparación de un lienzo monumental, la Carrera de los caballos Barberi, una obra de composición épica y tema abstracto que prometía ser «totalmente sin paralelo en su época». Al final, Géricault nunca acabó la pintura, y regresó a Francia.





La loca, 1822-1828, óleo sobre lienzo, 72 × 58 cm, Museo de Bellas Artes de Lyon.
Desde los inicios de su carrera, Géricault demuestra cualidades que le distinguen claramente de los pintores neoclásicos de la escuela de
Jacques-Louis David: en efecto, prefiere tratar temas de la vida cotidiana, elevándolos a la categoría de hechos heroicos. Mostrando la desesperación y el sufrimiento de la gente, pasa pronto a ser el pintor romántico más representativo, pero por independencia de estilo y carácter poco dócil, Géricault se mantiene al margen de los grandes encargos oficiales, un género que sí sedujo a Delacroix.
Géricault realizó entre
1821 y 1824, una serie de pinturas con modelos de locos o maníacos, tomando del natural a una serie de personas que eran tratadas en el asilo del psiquiatra Jean-Étienne Esquirol. A través de esta serie pretendía recabar un repertorio de expresiones de la locura.
Aquejado de una dolorosa enfermedad, posiblemente cáncer de huesos, Géricault pasó sus últimos años sin poder acometer pinturas de gran formato. Produjo diversas litografías con ayuda del artesano Eugène Lami.


OBRAS MAS IMPORTANTES

Oficial de cazadores a la carga, 1812, Louvre, París
Coracero herido saliendo del fuego,
1814, Louvre, París
El tren de artillería, h. 1814,
Neue Pinakothek, Múnich
Carrera de caballos libres,
1817, Museo de Bellas Artes, Lille
Hombre y caballo de carreras,
Museo Thyssen-Bornemisza, Madrid
El mercado de bueyes, 1817, Museo de Arte Fogg,
Cambridge, Massachussetts
Caballo detenido por esclavos, 1817, Museo de Bellas Artes,
Ruán

Paisaje con acueducto, entre 1817 y 1820, Museo Metropolitano de Arte, Nueva York
Carro de soldados heridos,
1818, Museo Fitzwilliam, Cambridge (Reino Unido)
La balsa de la Medusa, 1819, Louvre, París
Retrato de oriental, 1819-
1821, Museo de Bellas Artes, Besançon
Derbi en Epsom, 1821, Louvre, París
La fábrica de cal, hacia 1821-1822, Louvre, París
Monomaníaco de la envidia, h. 1821-
1823, Museo de Bellas Artes, Lyon
El cleptómano (El loco asesino), hacia 1822-1823, Museo de Bellas Artes, Gante
Retrato de un vandeano, h. 1822-1823, Louvre, París





La balsa de medusa

La balsa de la Medusa(Le Radeau de la Méduse)
Théodore Géricault, 1819
Óleo sobre lienzo - Romanticismo
491 cm × 717 cm
Museo del Louvre, París, Francia




Composición de la obra

En la obra puede apreciarse una estructuración claramente piramidal, así como diagonales establecidas por uno de los lados del triángulo, de manera que los brazos de los tripulantes se extienden hacia una misma dirección, colaborando en el trazado de la diagonal. En la cúspide de la pirámide y extremo de la diagonal principal, está el punto de ánimo más intenso, en el que se ve a un hombre agitando con vigor un trapo con el objetivo de hacer señales hacia un supuesto barco que creen haber avistado en el horizonte. En el lado contrario de la diagonal, se encuentra el estado de ánimo opuesto, pudiendo apreciarse una figura envejecida con gesto desanimado y con total ausencia de esperanza, rodeado de los cadáveres de sus compañeros.
Este hombre está sosteniendo entre sus brazos a su hijo muerto, y es la única figura que parece mirar al
espectador. Representa el drama, la desesperanza que nos mira directamente. Además, el autor le rodea de un manto de llamativo color rojo, con el objetivo de que sea la primera figura a la que prestemos atención al observar la pintura, de manera que el espectador, lo que primero ve es a un viejo totalmente abatido, y ha de seguir las diagonales ascendentes (trazadas por los maderos de la balsa y por los brazos extendidos de los tripulantes) para poder detenerse en la figura antagónica situada en el extremo opuesto, la cual representará la esperanza exaltada y cargada de energía (agita furiosamente un paño tratando de llamar la atención del barco).
También hay que destacar la situación de los elementos secundarios de la composición, pues el autor sitúa a esta pequeña balsa atestada de gente entre inmensas olas, y fuerza al espectador a buscar el barco que los náufragos creen haber divisado, pese a que el punto es tan confuso que no puede decirse con seguridad que sea un navío. Así pues, la esperanza se muestra
incierta y lejana, y antagónicamente, se muestran unas olas amenazadoras y cercanas, que se distinguen con total claridad, y que vienen a representar la cruda realidad.
Otro detalle a tener muy en cuenta será el rudimentario
velamen de la balsa, pues viene a señalar la dirección del viento, que dicho sea de paso, sopla en contra de la balsa, separándoles del supuesto barco al que hacen señales, es decir, alejándoles de lo que sería su salvación. El simbolismo es claro. La suerte y el azar (dirección del viento) sólo les depara un destino aún más trágico (impedir que salven la vida). Pese a ello, el joven situado en el extremo superior de la pirámide comba su cuerpo en contra del viento, oponiéndosele. En el otro extremo, el anciano está inclinado de manera que parece que ha sido vencido por el viento, y acepta su desastrosa dirección.
Hay que destacar que como obra modelo del
romanticismo, tiene un predominio del color sobre el dibujo. Además, el autor muestra con un realismo macabro la escena, deleitándose en la anatomía resaltada de los náufragos, y componiendo las figuras a base de líneas en zig-zag y espirales.